El esqueleto de la perversión

Un informe de la Liga Internacional de Derechos Humanos definió la esencia de la dictadura: «El régimen de Stroessner no tiene realmente miedo de la subversión. De lo que tiene miedo es de la democracia».

La dictadura tenía claro que para conservar el poder debía controlarlo todo, que no bastaba con apropiarse del Estado. Su estructura, el esqueleto, de dominación resulta clave para comprender el carácter totalitario del régimen, su capacidad de permanencia en el poder y las continuidades de este en la era democrática.

A fines de los 50, los militares no podían sostenerse sin un respaldo político y los partidos no podían controlar a los cuarteles. Desde su ascenso a la presidencia en 1954, Stroessner tejió alianzas estratégicas que le permitieron asegurarse la lealtad del Ejército y el sostén político del Partido Colorado. Fue el mediador entre los dos cuerpos: un hombre del partido frente a las Fuerzas Armadas y el representante de estas frente a la ANR. Sumando el control del Ejecutivo, moldeó el esquema de
«unidad granítica»

El poder autocrático del caudillo militar «se sustentó en una estructura de dominación jerárquica, vertical y de indiscutible obediencia a su autoridad, basada en una trilogía de connotación fascista y mesiánica por la identificación entre el Gobierno, el partido oficial y las Fuerzas Armadas. El Ejército prestó la garantía de la coacción física legal y el partido de su capacidad de legitimación política y consenso social». Yore, M. (2014). Presidencialismo y transición democrática. El caso paraguayo en los 90. Flacso.

que lo sostuvo en el poder por 35 años.

Prebendas y privilegios

Para mantener la «unidad granítica» fue necesaria la organización de un
sistema prebendario y de distribución de privilegios

Como dice Myriam Yore: «Dicho sistema alcanzó a sectores diversos de la sociedad civil y del sector privado; entre los más relevantes, el conglomerado de empresarios y terratenientes vinculados económica e ideológicamente a la oligarquía gobernante, pero también, a importantes segmentos de las capas medias y populares, urbanas y campesinas, que conformaban la base social del régimen».

entre miembros del Gobierno, el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas, consistente en puestos públicos, bienes, acceso a negocios y oportunidades, a cambio de lealtad política.

Requisito indispensable para acceder a la repartija fue la afiliación al partido de gobierno, en muchos casos como una obligación. La afiliación también fue obligatoria para el acceso a las escuelas militares o colegios policiales, de manera que se partidizaron las fuerzas represivas del Estado. El «éxito» de este mecanismo fue tal que las Fuerzas Armadas se pronunciaron públicamente en apoyo a Stroessner las ocho veces que fue candidato de la ANR para la presidencia de la República. En contrapartida, militares en servicio activo integraron la Junta de Gobierno de la ANR —máximo órgano partidario— y ocuparon importantes ministerios del gabinete presidencial: Defensa, Hacienda y Obras Públicas.

La afiliación a la ANR también se exigía en la esfera civil para acceder a cualquier cargo en organismos del Estado. Una vez conseguido el puesto, se descontaba un porcentaje del salario del funcionario o la funcionaria para acrecentar los fondos del partido. La partidización trascendía incluso a organizaciones intermedias de la sociedad, como asociaciones de profesionales; para ejemplificar podemos citar al Centro de Ingenieros Colorados, el Centro de Abogados Colorados y el Centro de Economistas Colorados, que servían para vigilar que ninguna persona externa a estos núcleos corporativos pueda acceder a espacios laborales dentro del Estado y mucho menos participar de licitaciones públicas. Mediante todas esas dinámicas el Estado se coloradizó.

En paralelo, la destrucción de las organizaciones de la sociedad civil y la desarticulación de los partidos políticos de oposición dejó a los individuos aislados e inermes frente a la omnipresencia del Estado autocrático.

Difusión del mensaje

Si bien la dictadura se definió como anticomunista, en realidad no tuvo una ideología propia, sino que apeló a elementos presentes en la mentalidad tradicional y autoritaria de la sociedad paraguaya, como el machismo y la intolerancia, mezclados con elementos dispersos de la mitología nacionalista, como el culto oficial a los héroes guerreros, de quienes Stroessner era sucesor y el partido la continuidad del proyecto histórico.

Una pata del esquema autoritario fue la comunicación masiva del accionar represivo, a través de la cual se transmitían los «valores» del régimen y se difundían las amenazas de castigo a quienes «se desviaban del camino» o se salían del radio de control del Gobierno. Esto se llevó a cabo mediante La voz del coloradismo, un programa que se transmitía en cadena de radiodifusión obligatoria todos los días a las 12:30 y a las 19:30 horas, así como el Diario Patria, vocero del Partido Colorado.

Los soportes comunicacionales del régimen fueron el eslogan y la arenga, contra los cuales no existía posibilidad alguna de debate argumentativo. La escuela, la familia, los medios de comunicación, hasta la manera de vestir entre hombres y mujeres, todas las dimensiones de la vida social fueron cooptados culturalmente en el afán de aniquilar la capacidad de autonomía y pensamiento propio. El ciudadano modelo era el conservador, desinformado y acrítico, sin derecho a otra cosa que al cumplimiento de las normas impuestas y celosamente vigiladas.

Muchos de los elementos presentes en este esquema sobreviven a Stroessner y siguen operando, con fachada democrática, en nuestro presente.