¿Puede el paraguayo ser un 108?

Un amoral, un desviado, una lacra, un depravado, un problema para la familia y la sociedad en su conjunto. El dispositivo de control de la dictadura funcionó de manera tan eficiente contra las disidencias sexuales que todavía persiste el temor y la sospecha hacia quienes pertenecen a la población LGTBIQ+.

En la dictadura de Alfredo Stroessner existía un modo oficialista de ser paraguayo: varón, heterosexual, cis y colorado. Toda persona que no encajaba en esas características era reprimida y excluida. La violencia empezaba por las fuerzas públicas, pero se reproducía por medio de la sociedad misma.

El régimen totalitario ejerció su dominio sobre el conjunto de la población paraguaya, tanto en el ámbito público y mediático como en el privado. No bastaba con controlar lo que pasaba en las instituciones públicas, en los partidos políticos, en las calles, en el plano de los discursos culturales, sino también se intervenía en la manera en que las personas decidían vivir su intimidad.

El carácter homogeneizador del régimen obligó a las personas disidentes sexuales a vivir en silencio, mimetizadas, de manera clandestina. La vida social se reducía a grupos pequeños de amigos y a ciertas reuniones sociales de forma oculta o disfrazada. El hecho de no ser reconocidos o, lo que es peor, de ser señalados como un problema, imposibilitaba la organización y el reclamo de sus derechos.

La estrategia articulada: entre represión policial y persecución mediática

La persecución pública hacia los varones gais inició en 1959, con la muerte del locutor y bailarín Bernardo Aranda. El 1 de septiembre, de ese año, fue encontrado sin vida en la habitación donde residía, totalmente incinerado. Aranda tenía veinticinco años, era uno de los principales conductores de la Radio Comuneros.

La Policía convirtió el caso de Bernardo Aranda en la excusa para señalar, perseguir y reprimir a la disidencia sexual. No tenían claras las condiciones de la muerte, pero creían que Aranda era homosexual y, por ende, sostenían que se trataba de un
crimen pasional

A pesar de que no involucraron a las mujeres en este caso específico, en la investigación «Género y dictadura en Paraguay. Los primeros años del stronismo: El caso de los 108», de Aníbal Orué Pozzo, Florencia Falabella y Ramón Fogel (2016), se detalla que en un principio se presumía que la autora indirecta del asesinato podría haber sido una mujer. El 9 de septiembre, El País publicó una nota en donde se declaró lo siguiente: «Los primeros indicios policiales indican que existiría un grupo de mujeres que tenían celos —algunas morbosas— por el extinto».

. Todo hombre que, para el régimen, portaba las «características de un homosexual», podía ser sospechoso.

Las redadas contra varones considerados homosexuales iniciaron inmediatamente desde el 2 de septiembre. Sin embargo, los diarios nacionales como El País comunicaban otra cosa: «Hasta ahora no se ha practicado ninguna detención preventiva». En comparación con operativos anteriores, la Policía decidió mantener reservado su actuar para no alertar a los sospechosos, y así evitar que huyan a otro sitio.

Los principales diarios oficialistas de la época fueron claves para instalar y reforzar el discurso contra las personas LGtBIQ+, especialmente hacia los gais. El 9 de septiembre, se publicó por primera vez que unas cuatro docenas de jóvenes y adultos de «dudosa conducta moral» fueron detenidas para ser interrogadas.

En esos días de redadas, interrogatorios e imputaciones arbitrarias, es que aparece el
número/palabra 108

«No soy gay, soy un 108». Para el investigador y activista Erwing Szokol se hace ineludible formular en positivo y reivindicar la expresión 108 como símbolo de resistencia y orgullo. Reconocer a las víctimas y rescatar el valor de una dignidad arrebatada y castigada por la tiranía. Szokol, E. (2013). 108 ciento ocho. Arandurã.
https://www.youtube.com/watch?v=y7LGgl4RgyU

, para nombrar al enemigo de las buenas costumbres y de la familia tradicional. El objetivo de la Policía se había corrido: de encontrar al culpable de un homicidio, ahora se trataba de castigar y corregir a quienes atentaban contra los «valores» de la sociedad paraguaya.
La prensa instaló la
hipótesis de que existía una secta de amorales

El discurso que tilda a la comunidad LGTBIQ+ de «enemiga de las buenas costumbres y la familia tradicional» ha permanecido en la sociedad paraguaya. La única diferencia es que va mutando de forma y de nombre. Una de las configuraciones que tomó el discurso, impulsada por grupos autodenominados provida y profamilia, es la llamada «ideología de género», que supuestamente busca destruir a las familias y pervertir a los niños, niñas y adolescentes. La teoría tiene adeptos en diferentes instituciones del Estado, como el Ministerio de Educación y el de Niñez y Adolescencia. Así como en la dictadura, bajo ese argumento, se toman decisiones tan importantes como legislar, dictar resoluciones y perseguir a quienes no caben en esa norma.

que se dedicaba a «captar jóvenes incautos para pervertirlos e introducirlos también a sus centros de depravación». Según un artículo de la época, quien intentara zafarse de aquellas agrupaciones corría el riesgo de terminar como Aranda. Solicitaban la ayuda de la sociedad asuncena para «extirpar esta lacra desde la raíz».

El 23 de septiembre, el diario El País publicó:

La sociedad junto con la prensa, deben afrontar conjuntamente el problema con suficiente interés y fuerza para hacer que los hombres de esta logia aparezcan en la escena pública, para que ese mismo pueblo conozca a los culpables de la depravación de menores. Tiene que haber una dosis de fuerza moral capaz de sobrellevar los peligros del momento para así destruir y liquidar a los círculos viciosos como éste, cuyos
integrantes son delincuentes.

Una carta anónima y reivindicativa fue publicada en el diario El País el 30 de septiembre de 1959, en el contexto de la persecución originada con el caso Aranda. Su publicación, en pleno momento dictatorial, constituye un hito fundacional para la lucha por los derechos LGTBIQ+ en Paraguay.
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Otra campaña de odio

En 1982, ocurre el otro caso emblemático que da inicio a una nueva persecución sistemática hacia homosexuales. El 28 de marzo, en la sexta compañía Maramburé, de la urbanización Lapachal, de la ciudad de Luque, fue encontrado el cuerpo sin vida de Mario Luis Palmieri de Finis. Tenía catorce años.

Basados nuevamente en la presunción de que el autor material del hecho era homosexual, la Policía realizó grandes despliegues para capturar a la mayor cantidad de homosexuales posible. Manejaban una lista de 600 varones gais, muchos de los cuales fueron seleccionados para su detención.
Las víctimas fueron aprehendidas sin orden judicial ni explicación, más que el hecho de tener «relación con el mundo de la homosexualidad», según los informes oficiales de la época. Allí adentro sufrieron, además de tortura física y psicológica, humillaciones y tratos degradantes. Muchos permanecieron encerrados más de un mes.

En la carpeta judicial del caso Palmieri, con fecha 6 de abril, de la Oficina de Relaciones Públicas del Departamento de Investigaciones, un documento asegura que existen pruebas para señalar a un autor material del secuestro y homicidio del adolescente. También afirma que tan solo cuatro personas fueron detenidas por el mismo hecho. Sin embargo, las nóminas de recluidos en dependencias policiales mostraban lo contrario: hombres gais continuaban siendo privados de libertad. En el expediente judicial no se menciona nada relacionado al actuar de la Policía.
La intención real de las fuerzas públicas quedaba al descubierto una vez más: las personas que fueron detenidas por supuesta vinculación con el caso Palmieri no fueron sometidas a interrogatorio con respecto a lo ocurrido, sino que fueron obligadas a declarar los nombres de otros homosexuales que aún no se encontraban detenidos.

Los familiares y allegados al principal sospechoso sí fueron interrogados de forma rigurosa, buscando recabar información que lo vincule con la muerte de Palmieri. A través de los testimonios y documentos, la policía desarrolló un informe en el que detallaba los antecedentes de la supuesta homosexualidad de este. Su conducta sexual fue esencial para seguir con las pesquisas.

Aquel informe demostró que nunca hubo un nexo real entre los detenidos y la muerte de Palmieri. Si el presunto culpable o las demás víctimas de detención arbitraria no hubieran tenido supuestos antecedentes homosexuales, la historia hubiera sido otra.

Los moralistas del país están errados porque en esta materia no existe moral colectiva (…)
Si ustedes persisten en el error perderán el tiempo
y nosotros no perderemos nada.

Carta de un amoral, 1959