PRÓLOGO
Una Comisión de la Verdad se crea porque existe la necesidad de abordar debidamente el legado de un pasado brutal, violento, caracterizado por violaciones masivas y sistemáticas a los derechos y a la dignidad de las personas. Estos cuerpos colegiados se componen de personas de alta reputación moral, creíbles para la comunidad, y tienen una tarea de la mayor importancia: luego de una investigación rigurosa, análisis documental, recepción de testimonios, confrontación y evaluación de datos —labor que suele llevar meses o, incluso, años—; al final de todas esas tareas, producen un informe que saca a la luz los hechos acontecidos y los pone a conocimiento de la sociedad.
El valor de ese trabajo es enorme: en primer lugar para las víctimas y sus familias, que durante muchos años se enfrentan a difamaciones, persecución y a la orfandad, producto de la negativa a reconocer los hechos por parte de los perpetradores y de quienes son sus aliados, que se valen, además, de todas las estructuras del poder para ello. Los informes de las Comisiones de la Verdad restablecen así la dignidad de las víctimas y sus familias, ponen de manifiesto la necesidad de instaurar programas de reparación integral e impiden o disminuyen el efecto de posiciones negacionistas.
Asimismo, los informes son de alta relevancia para la comunidad, la cual descubre —o confirma sus presunciones— hechos brutales a gran escala dentro de su mismo seno. A partir de allí, en el plano colectivo general, se puede colocar en el lugar que corresponde al régimen responsable de las atrocidades, repudiándolo debidamente. También, la labor de las Comisiones de la Verdad permite a la sociedad visibilizar la conexión existente entre el autoritarismo y la represión pasada con las discriminaciones y la violencia del presente.
Pero el trabajo de las Comisiones de la Verdad es, fundamentalmente, hacia el futuro: sin el abordaje adecuado del pasado violento, la construcción de una democracia sustancial deviene simplemente imposible. La memoria abre paso a la deconstrucción de narrativas discriminatorias y violentas, que se contrastan con discursos más empáticos y ricos, de identidades colectivas no excluyentes.
A partir del trabajo de las Comisiones de la Verdad el Estado y la sociedad deben explícitamente rechazar las premisas fácticas e ideológicas sobre las que se construyó el régimen represivo y reemplazarlas por los valores que asientan al Estado de derecho: inclusión, no discriminación, solidaridad, políticas públicas activas que garanticen el disfrute de los derechos humanos —civiles, sociales, ambientales, económicos, políticos, culturales— a toda persona, colectivo y pueblo.
América Latina fue asolada durante el siglo XX por diferentes dictaduras militares, impuestas al servicio de modelos caracterizados por la represión y la exclusión social. La ausencia de discusión —una vez recuperados los regímenes constitucionales— de todas las facetas de esos modelos, limitando el abordaje solamente a las violaciones flagrantes de los derechos civiles y políticos, ha permitido mantener indemnes muchas de las herramientas al servicio de la marginación y la discriminación, atentando —finalmente— contra la propia calidad de las democracias.
La dictadura militar encabezada por Alfredo Stroessner en Paraguay se instaló en el año 1954 y duró formalmente hasta finales de 1989. Sin embargo, recién en el año 2003 la Ley 2205 dio creación a la Comisión de Verdad y Justicia (CVJ) —presidida por el obispo Mario Melanio Medina— con mandato de llevar adelante una investigación exhaustiva de los hechos violatorios de derechos humanos que se cometieron en el país a partir del año 1954. La intensa labor de la CVJ llevó casi cuatro años y su Informe Final —cuyo título en español es Para que no vuelva a suceder— posee ocho tomos.
El libro que comienza a continuación del presente prólogo es una labor conjunta y talentosa, que logra el objetivo de poner sobre la mesa los temas centrales de dicho informe de la CVJ, en un formato accesible, dinámico y pedagógico, sin hacerle perder nada de rigurosidad científica.
El volumen comienza con aquello que define como «el vientre de la dictadura», para referirse a los hechos que comenzaron con el fin de la Guerra del Chaco, en una entente político-militar sostenida, que desemboca finalmente en la irrupción de la dictadura stronista con el golpe de Estado de 1954, caracterizada por el terror, la represión política, la actuación al margen de la ley de fuerzas de seguridad y escuadrones de la muerte y la persecución por cualquier medio a quienes plantearan oposición política.
El nombre del libro es Ventanas abiertas y difícilmente pudiese haber tenido un título más adecuado. Cualquiera de sus contenidos es una invitación para efectuar un recorrido que deviene atractivo y coloca a quien lee en una posición activa, de interacción con el material, en un aprovechamiento más que pertinente de herramientas tecnológicas contemporáneas.
Más de veinte artículos están narrados con gran claridad y ofrecen especialmente un claro contexto de los hechos, diez casos emblemáticos se relatan bajo la forma de cómics, un esquema familiar y amable para las personas jóvenes. Tampoco falta la rigurosidad en las infografías —textuales y gráficas—, en las que se describen sitios específicos en los que la represión se practicaba y los derechos humanos más elementales eran violados.
La voz de las víctimas, de sus familias y de los colectivos que han opuesto resistencia a la brutalidad de la dictadura están adecuadamente recogidas en el libro, que, además, logra con éxito interpelar los puentes que vinculan la represión pasada con la situación contemporánea.
Una ventana abierta no solamente se abre generosamente a la mirada exterior, también permite el ingreso de la luz y el aire, dos elementos fundamentales para la vida. El material que se despliega a continuación permitirá su utilización creativa en procesos pedagógicos de educación formal e informal, ayudará a quien tenga interés sobre el conocimiento del pasado y posibilitará, a quienes encaren la política pública con vocación de servicio y honestidad, diseñar herramientas que consoliden la democracia substancial en Paraguay, de la mano de la garantía irrestricta de los derechos humanos sin discriminación.
Fabián Salvioli
La Plata, Argentina, enero de 2023
Fabián Salvioli es doctor en ciencias jurídicas, catedrático de derechos humanos y director del Instituto y de la Maestría en Derechos Humanos de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Fue presidente del Comité de Derechos Humanos de la ONU y desde el año 2018 es Relator Especial de Naciones Unidas sobre la Promoción de la Verdad, la Justicia, las Reparaciones, y las Garantías de No Repetición. El prólogo se realiza a título personal y no representa necesariamente el punto de vista de las instituciones de las que el autor formó o forma parte.